Por: Armand Chávez
Libélulas me atan, me carcomen la cabeza día a día, los hilos de mis zapatos se han desatado y no veo la hora de unirlos, tus ojos dicen algo y no no veo la hora de mirarlos otra vez.
Las cuentas siguen sin pagarse y no me importa, la cena es un poco más completa que antes, 8 tacos con doble tortilla y yo no veo la hora de tenerte entre mis brazos otra vez.
Un cigarro más para estrangular mi garganta como el asesino confeso que posa para la foto del archivo, tu tienes un compromiso y no veo la hora de que regreses otra vez.
La abuela ha caído y su delicado hombro está dislocado, pregunto como está, luego voy por una cerveza y me esfuerzo por traducirte una canción más esperando que entiendas la analogía como yo.
Te apresuras en tu viaje y escribes para decir cuanto es que me extrañas, yo divago entre sabanas y pensamientos incoherentes, mientras veo un programa que no capta mi atención, luego sonrío recordando que le tienes pavor a las ratas.
Te enloqueces y te estresas, te alejas y al mismo tiempo te entregas, mientras yo me entero de un nuevo chisme en el trabajo y contesto un test matando una hora más de intransigencia.
Me disipo ante tus ojos e intuyo que has llegado cansado, me abrazas con tal fuerza que podría acusarte de maltrato, pero no lo haré, hoy casi te arranco un cachete de la mordida que te di.
Tus ojos brillan y parecen los de un psicópata, lo confirmo con la amenaza recurrente de comerme a pedacitos…yo no digo nada, pero te lo agradezco.
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