lunes, octubre 27, 2008

Miércoles 2 x 1

Miércoles 2x1

Por: Armando Chávez

Sin razón alguna e inusual actividad en mí, salgo solo al cine a ver una función, esperando que fuera especial, sin saber que así sería…

La entrada parecía la de una casa típica del centro histórico de Guadalajara, caminé por un pasillo estrecho sin prestar mucha atención, me detuve al llegar al final, ahí se encontraba una mujer sentada tras un escritorio viejo y maltratado, inmediatamente supe que esa era la taquilla.

Pagué sin juzgar tan raros detalles y me dispuse a entrar a la sala; di por hecho que la película se proyectaría en la habitación a la que por inercia ingresé.

Ya dentro, unas paredes blancas y unas sillas obscuras esperaban por la audiencia, yo tomo asiento y me pongo cómodo; la película comienza, o bueno, eso es lo que supongo ya que la gente se pone atenta y guarda silencio, sin embargo, la luz nunca fue apagada.

Fue algo raro, pero nunca vi la película…ni siquiera volteé al frente, mi mirada estaba distante, pareciera que intuía lo que pasaría.

Silencio… solo hay silencio, la gente sigue observando con atención al frente de la sala…todo ‘normal’, hasta que…la paz se ve interrumpida por un golpe, ¡alguien lanzó una botella! Yo solo escucho gritos provenientes del lado izquierdo de la sala…el imbécil que lanzó la botella baja y se encuentra detrás de mí, lanza otro botellazo, más gritos, más vidrios dispersos por todas partes, hay sangre, ¡¡¡que diablos está pasando!!!

El criminal se ha vuelto loco, corre por toda la sala de cine lanzando botellazos, hay mas heridos…Yo estoy muerto de miedo, entro en pánico, dos o tres de sus disparos están a punto de alcanzarme.

Con la poca lucidez que tengo volteo a mí alrededor, buscando ayuda, personal de seguridad, ¡alguien! Pero…algo está mal, la gente sigue atenta a la función, a la pantalla sin sonido y que no proyecta nada, están locos, inmutados, solo tratan de esquivar los botellazos, algunos no lo logran, hay paramédicos que los sacan en camillas o abrazados… Pareciera solo importar sacarlos y no detener la masacre.

5 minutos después las personas han dejado de ver lo que fuere que estesen viendo en la pantalla y salen de la sala, sin embargo, y para mi asombro, salen felices, sonriendo, pareciera que nadie a excepción de mi, se dio cuenta de lo que recién había ocurrido.

Atónito aún, me paro frente al escritorio que me separa de la señorita de la ‘taquilla’, respiro un poco y le relato en tono molesto el inesperado suceso, no solo relato, reclamo con alevosía, blasfemo…

La verdad no recuerdo lo que contestó, no le puse atención, solo sé que su argumento fue tan pobre que la dejé hablando sola, pasé al baño antes de salir.

Un poco más tranquilo regreso a la ‘taquillera’, aún tengo un par de amezanas que lanzarle a la ‘señorita’ antes de partir.

Me paro de nuevo frente a ella, parece que no se ha percatado de mi presencia, está pegada a un teléfono vintage y anota con rapidez algo en unas hojas amarillas que encajan perfecto con la decoración del bizarro lugar.

De pronto me doy cuenta que lo que escucha, repite y anota son mis datos personales; dirección, numero de teléfono, número de hermanos, experiencia laboral, números de tarjetas de crédito…todo lo concentra en las hojas amarillas.

Por fin cuelga el teléfono y yo la espero exigiéndole con mi postura una explicación, ella solo se limita a decir: ‘Le aconsejo firmar sus tarjetas de crédito joven, tiene 2 sin tan preciada marca, buenas noches’.

Ya no dije nada, mi postura cambió, me hice pequeño y simplemente busqué la salida, lo hice a toda prisa, ese camino fue el más largo que hubiese recorrido jamás…

El ambiente era de terror, esa era una mafia, una organización delictiva, no sé que era la verdad pero tan soberana postura de la mujer había logrado aterrarme; yo moría de miedo, definitivamente había una relación estrecha entre el personal del ‘cine’ y el absurdo caso del tipo homicida.

Caminé tan rápido como pude, de echó corrí…imaginaba que no llegaría a ningún lugar, que ese sería el escenario que vería concretados mis más grandes miedos, ¡solo dios sabe cuan eterno me pareció, tan singular pasillo!

Sin embargo salí, ¡lo había logrado!, ya todo había pasado, esa ‘eternidad’ no se concretó, o por lo menos eso creí en ese momento…

Camino un poco tratando de estar tan lejos como me fuera posible; me mareo y estoy a punto de vomitar, ¡a donde me fui a meter!

Milagrosamente descubro una cara conocida, era Silvia, la compañera ‘dark’ de la facultad a la que casi nunca saludaba, pero no importó ella sería mi confidente, mi testigo, la persona que me escuche, hablar con ella me hará bien, me tranquilizará…

Hablo con fuerza, con coraje, ella parece escuchar, sin embargo noto en su semblante la misma actitud apática y renuente que tenía la chica de la ‘taquilla’.

Ahora todo se ha aclarado…

Silvia me ha explicado todo, me ha contado que ya ha ido a ese lugar, mencionó que hay funciones todo el día, que se puede asistir cuando se quiera arriesgar el todo; ‘la vida’, solo hay que pagar y jugar a ganar sabiendo que se puede perder, o viceversa…su descripción es muy detallada y en cierta forma entretenida, dice que la función de los botellazos es para principiantes: también hay violadores, traficantes de órganos, mutiladores de extremidades…

La gente va a jugar, a ser la victima de los lunáticos, a ser ‘protagonistas’ de la función, todo por gusto propio. Silvia dice con un raro brillo en los ojos que no hay mejor proyección que la que incluye un fuerte daño físico y emocional, es directamente proporcional; a más gravedad en la herida, mayor será la satisfacción del cliente.

Conmovido bajo la cabeza tratando de digerir tanta información.

Silvia ha desaparecido, volteo a los lados y no le encuentro, ¿y yo? Yo tengo un momento de lucidez, ahora comprendo todo…

Sé por que fui a parar a ese lugar, que no fue una casualidad, y sé, cruelmente, que volveré a asistir.

Autor: Armando Chávez Silva

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